Pararse en la actualidad y desde un espejo ver la
realidad vivida en medio oriente entre cristianos y musulmanes, es la
estrategia que el director Wajdi
Mouawad utiliza para reinventar una tragedia perfectamente posible y
seguramente repetida, en la cual su historia como exiliado en Canadá, le otorga
al film crudeza, realismo y esperanza.
Una
tragedia griega en la realidad del siglo 20, que no solo representa a aquel
pueblo en guerra, sino a todos los que atentaron contra la vida y la identidad
con el arma del odio mas que de la muerte.
125
minutos de una trama en búsqueda de identidad, de aquello que fue y nunca deja
de ser, aquello de que la existencia de uno marca a fuego, a incendios la vida
de otros.
Dos
horas en la vida de tres hijos y su madre, con rápidos viajes que van del
presente al pasado en forma constante, donde la fragmentación por etapas,
ciudades y circunstancias ayudan a estar continuamente viajando con los
protagonistas sin hacer el esfuerzo de situarse en realidades diferentes.
El
director podría hacer uso de mucha mas crudeza, sangre, torturas, violencia del
tipo americano, pero siempre trabaja al límite, dejando en cada espectador el
realismo sin apelar, en imágenes, a la verdadera realidad que vivió ese pueblo,
pero la suficiente crudeza para darnos cuenta la vida de aquella gente.
Sin duda
que el libro es un testimonio y como tal puede tener cosas predecibles, pero no
debe verse como una novela trágica, sino como el testimonio de lo sucedido.
Hay aspectos que marcan y perduran en la mente del espectador e identifican a un personaje que casi no habla: el canto como forma manifiesta de acción liberadora frente a la violencia y que frente a vacíos de identidades, le da nombre a la protagonista y haciéndola perdurar en el tiempo y el profundo sentido que tiene la misma de que las vidas que continúan deberán seguir caminando y fija como punto de una nueva partida, el perdón, la comprensión y la unidad en el desastre sin dejar de manifiestar la única realidad: su vida.
Hay aspectos que marcan y perduran en la mente del espectador e identifican a un personaje que casi no habla: el canto como forma manifiesta de acción liberadora frente a la violencia y que frente a vacíos de identidades, le da nombre a la protagonista y haciéndola perdurar en el tiempo y el profundo sentido que tiene la misma de que las vidas que continúan deberán seguir caminando y fija como punto de una nueva partida, el perdón, la comprensión y la unidad en el desastre sin dejar de manifiestar la única realidad: su vida.
Nosotros
haremos siempre la relación a las atrocidades vividas en nuestro país y en
América latina y mucho asociaremos con vivencias, cercanas o lejanas, de lo que
padecimos y siempre quedará, ante la falta del respeto a la vida, ese sabor
agrio de pensar en los anónimos que caminan al lado nuestro, de sus historias,
de su pasado.
Hay que
verla.... como me dijo la compañera Silvia que me la recomendó y agradezco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
SUMÁ TU APORTE......