Desde el Irán profundo que no teme mostrar la cruda realidad socio cultural
y económica, el director nos presenta el contraste entre el mundo de los
grandes y el de los chicos.
Una sociedad que no teme presentarse como rigorista frente a la frescura de
su futuro, niños comprometidos con una causa mas allá de las limitaciones de
una cultura que va formando parte de su vieja historia.
Una bella historia, simple, comprometida que muestra a un niño eligiendo
siempre entre la obediencia o la fidelidad a la solidaridad.
En este aspecto se muestra la semilla de pequeños revolucionarios
culturales, el chico que debe atravesar el sistema rigorista de educación,
tanto en la escuela como en su casa.
Si nos ponemos en la piel del protagonista de ocho años, penetrando en un
mundo que mira desde abajo, desde su altura y aún viendo la incoherencia, el
silencio o el rigor, decide ir más allá de sus calles conocidas, de los
mandatos maternos, de la luz de lo conocido, llegando al extremo de estar en
soledad en sitios alejados y frente a la tenebrosa oscuridad de una noche.
Su rostro interpela a esa sociedad de adultos, su rostro es la sociedad de
ese nuevo Irán que supera los obstáculos para lograr el objetivo final, el que
debía lograr y aunque la forma planificada no haya sido la que lo lleve a
lograrlo, sino que pese a que los obstáculos le superaron, encontró la
posibilidad de concretar lo que debía realizar según su conciencia.
La cara del chico, su mirada, su tono de voz.... perdurará como signo de
compromiso, respeto, lealtad y sencillez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
SUMÁ TU APORTE......