EL VIENTO NOS LLEVARÁ

Necesariamente hay que ver la película a sabiendas que su director no creará una banalidad y que, desde una superficialidad aparente, monótona, lenta, se profundizan relaciones profundas con lo teológico, con el ser, con la existencia y la forma de una vida, que si se está a merced del viento, transitará por los caminos que unen el inicio con un final que se espera: la muerte.
 
Coloca tus manos —esos recuerdos ardientes— 
sobre mis manos amorosas y confía tus labios, 
llenos del calor de la vida, a las caricias de mis labios amorosos. 
¡El viento nos llevará! ¡El viento nos llevará! ¡El viento nos llevará!
  Poema de  amor y muerte de la poetisa Forugh Farrokhzād:

Paisajes de aldeas iraníes, casas que se entrelazan, se superponen cual dibujo de Escher, formando laberintos que despersonifican a cada una, para sumarlas en un todo, en un grupo de vidas que mientras viven la rutina, están predispuestas cada día por la salud o el final de una de ellas.

 
El protagonista ingresa a la aldea como el extraño que solo quiere cristalizar en una imagen un hecho que tarda en suceder, del que todos esperan su desenlace, y una nueva relación con un final mas y un lugar mas a ocupar en lo alto de la montaña, el lugar del cementerio, el único lugar donde se puede obtener una señal telefónica con el exterior, con la ciudad.


En la inmensidad de los paisajes, de tonos claros, trigales, caminos sinuosos en montañas raídas, donde solo algunos verdes en el follaje de los árboles sirven para poder ubicar los lugares y llegar a los destinos; se esconde la aldea que se mimetiza, donde apenas algunas ventanas azules determinan algún lugar que el director quiere dejar marcado en nuestras retinas.
 El niño, presencia de un tiempo que podrá ser diferente al de la aldea, marca un futuro que quizás el viento le cueste conducir y así no llegar a repetir vidas y vidas que esperan el devenir que marcará el final de esta fotografía de la vida, que por no dejar de ser siempre la misma, se convierte en película y permanece en el tiempo.

El relator del "mensaje" anda en motoneta, el médico, que va al pueblo por un accidente y por pedido del protagonista foráneo, visita a la moribunda anciana. Lo que sucede es el accidente, no la muerte, la muerte es parte de lo cotidiano y explica:

“La vejez es una enfermedad terrible pero yo siempre digo que hay enfermedades peores. Como la muerte, sí, la muerte es la peor enfermedad, cuando cierras los ojos a las maravillas de este mundo, a la naturaleza y a la generosidad de Dios. Significa que nunca volverás. Dicen que el otro mundo es más hermoso. Sí pero dígame una cosa, quién ha vuelto de allí para contárnoslo, para decir si es hermoso o no. Me dicen que es tan bella como una hurí del paraíso, pero yo digo que el jugo de la viña es mucho mejor. Prefiere el presente a estas espléndidas promesas. Hasta un tambor suena melodioso a lo lejos. Prefiere el presente.”


Necesariamente una metáfora requiere de la visión que supere lo superficial, el viento nos llevará…. pero ¿cómo vivimos mientras ese viento nos lleva inevitablemente a la cima de la montaña?






































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