Sobre estos hechos trágicos que sucedieron en Polonia
en el año 2010 y que el director pone en tela de juicio lo azaroso de los mismos ("el azar no existe sino que hay reglas que no conocemos"), se une la
tragedia personal del protagonista que pierde a su pareja y a un amigo en un
accidente, mientras que el se salva.
Toda pérdida y mas las impensadas y trágicas,
requieren el duelo de las ausencias, del sentido de las mismas y de la acción de la
muerte sobre cada uno, sobre todo lo que ha quedado vacío.
Un sueño real, aunque narrado desde un
surrealismo prácticamente con simbologías comprensibles, deducibles, y que nunca
desorientan al espectador, va conduciéndolo hacia sensaciones de todo lo que
implica dejar de existir, de morir cotidianamente.
Tres hechos se concatenan en ese 2010, las
cenizas del volcán islandés, las inundaciones y el accidente aéreo donde
fallece el presidente polaco y decenas de autoridades nacionales. Es en este
ambiente trágico donde un enigmático, profundo y sensible Adam busca en sus
sueños encontrar a su amante y mientras se dirige hacia ella, se va encontrando
con las otras tragedias y a medida que avanza va desgranando el sentido de la
ausencia de Dios, la presencia constante de la muerte y todo contextualizado
desde la Divina Comedia del Dante, que se relata en un dulce italiano en sus oídos
como banda sonora del film.
Es de destacar el breve intercambio teológico
que desarrolla con su confesor y el monólogo de su tía sobre la muerte.
No es un cine que encuentre multitud de
espectadores, sino solo aquellos que hacen de este arte una herramienta para
interpretar la realidad, la visible y palpable, como también en este caso, la
surrealista y onírica en un mundo que pareciera semejarse a un “campo de perros”.-
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