Necesariamente hay que ver la película a
sabiendas que su director no creará una banalidad y que, desde una
superficialidad aparente, monótona, lenta, se profundizan relaciones profundas
con lo teológico, con el ser, con la existencia y la forma de una vida, que si
se está a merced del viento, transitará por los caminos que unen el inicio con
un final que se espera: la muerte.
Coloca tus
manos —esos recuerdos ardientes—
sobre mis manos amorosas y confía tus labios,
llenos del calor de la vida, a las caricias de mis labios amorosos.
¡El viento
nos llevará! ¡El viento nos llevará! ¡El viento nos llevará!
Poema
de amor y muerte de la poetisa Forugh
Farrokhzād:

El protagonista ingresa a la aldea como el
extraño que solo quiere cristalizar en una imagen un hecho que tarda en
suceder, del que todos esperan su desenlace, y una nueva relación con un final
mas y un lugar mas a ocupar en lo alto de la montaña, el lugar del cementerio,
el único lugar donde se puede obtener una señal telefónica con el exterior, con
la ciudad.
En la inmensidad de los paisajes, de tonos
claros, trigales, caminos sinuosos en montañas raídas, donde solo algunos
verdes en el follaje de los árboles sirven para poder ubicar los lugares y
llegar a los destinos; se esconde la aldea que se mimetiza, donde apenas algunas
ventanas azules determinan algún lugar que el director quiere dejar marcado en
nuestras retinas.
El relator del "mensaje" anda en motoneta, el
médico, que va al pueblo por un accidente y por pedido del protagonista foráneo,
visita a la moribunda anciana. Lo que sucede es el accidente, no la muerte, la muerte
es parte de lo cotidiano y explica:

Necesariamente una metáfora requiere de la visión
que supere lo superficial, el viento nos llevará…. pero ¿cómo vivimos mientras
ese viento nos lleva inevitablemente a la cima de la montaña?
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