Porque estas no pueden ser analizadas más que
por su creador y desde una mirada lejana aportar apreciaciones muy a la
distancia.
Cuatro mujeres en un ambiente aristocrático
transitan los dos días previos a la muerte de una de las tres hermanas. Entre
fuertes contrastes de colores rojos, blancos y negro, entre primeros planos de
intimidad y profundidad, estas enfrentan la realidad ante una de ellas moribunda.
Un film que aborda en un contexto de muerte, de
final, de encuentro para ese final, las relaciones manifiestas entre las
mujeres: sus gritos y las relaciones que yacen en lo profundo de cada una: sus
susurros, pero que solo se transmitirán desde esos primeros planos íntimos,
desde sus ansias y deseos reprimidos, desde los tantos silencios que naufragan
en el film.
Podremos ver la realidad y lo que podría ser de
esa realidad si cada una de ellas exteriorizaran lo que impiden, por ello podrá
resultar algo confuso el film si lo vemos como una sola historia.
Quedará en muchos la necesidad de volverla a
ver, en otros lo contrario y su diferencia está dada por la necesidad de
profundizar el alma humana ante el sufrimiento, ante las consecuencias de una
historia familiar compartida, ante la valoración de un director que no dejará
ni un pequeño vacío sin darle significado, porque es una historia que penetra,
que cuestiona.
Hay que apreciar un encanto ante lo
indescifrable para entender a cada una de estas mujeres, su entorno, su
interioridad, sus deseos, navegando en estos minutos con relojes que marcarán
siempre el tiempo, entre rojos de violencia, sangrientos, mientras se perfuma
el aire de significados místicos, como lo será la postura de la sirvienta con
la muerta de la que no es menor su nombre: Agnes (Angus, “cordero de Dios” o
Hagne “sagrado”).-
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