Película rusa que nos muestra el enfrentamiento
del hombre honesto y responsable frente a una gestión de gobierno corrupta en una ciudad rusa, que si bien posee características propias de aquel país y
sociedad, podría ser aplicable a otras latitudes.
El film toma el nombre de un juego de cartas
ruso donde el perdedor acarreará el nombre de “el tonto” y nos hace ingresar en
la vida de una familia con recursos económicos limitados, donde comparten techo
padres, hijo y nieto. El protagonista principal, un joven padre de oficio
plomero que transita en su segundo año de estudio en el área de la
construcción, debe verificar fuera de su área de cobertura laboral una rotura
de caños en un viejo edificio.
Allí detecta irregularidades en el estado
general del edificio donde viven 800 personas carenciadas y en especial un
aspecto edilicio que lo considerará grave y lo llevará a enfrentarse a la
disyuntiva de dejar pasar la situación y no hacerse cargo como le propone su
familia o informar a las autoridades sobre la situación.
Su responsabilidad marcará su horizonte y por
ello deberá atravesar situaciones que formarán el eje central del film.
Si bien no posee un argumento que nos muestre
realidades desconocidas en la sociedad, es de apreciar la propuesta frente a
una sociedad que toma como natural lo habitual y por ello es insensible a las
realidades cotidianas.
Con una fotografía adecuada y con excelentes
interpretación, el film nos propone un recorte de la sociedad y una actitud a
remarcar dentro de la misma: que es lo que debo hacer frente a una verdad que condiciona
la vida de los demás dentro de un ámbito de corrupción.
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