Antes de sentarte a verla es imprescindible conocer a su director Terrence Malick, algo de filosofía, metafísica y salir del esquema
tradicional que tenemos al pensar una película, de lo contrario... no se llega
al final.
Llegar al final no es resistencia, sino apertura mental a
dejarse llevar, a que nos genere un clima, un estado que nos relacione con la
creación, el bien, el mal, los signos. Casi 30 minutos iniciales en la pantalla
se muestran colores, formas que nos trasladan al origen y nos hacen chocar con
una realidad familiar de los años 50. Va hacia los orígenes, regresa a las
realidades.
Se muestra a un dios en la naturaleza y a los hombres
queriendo pertenecer a ella, con un retrato de un padre, Jack desde lo negativo
y finalmente con la culpa de un JOB casi bíblico y una madre desde lo positivo,
tolerante, el amor, la espera.
El director se permite todo, desde la creación del universo
desde su origen primero, desde apariciones de dinosaurios (escena testimonial
de la tolerancia y respeto en la naturaleza), ir del presente al futuro, o del
futuro hacia los recuerdos y principalmente intentar dejar plasmado en imágenes
la belleza de la naturaleza como testimonio de la creación del bien, la
presencia del bien.
En estas películas las traducciones traicionan y se utilizan
sinónimos en forma literal y se apreciarían mucho más conceptualmente en su
idioma original.
Es válida para experimentar otro cine, el contenido no es lo
profundo que podría llegar a pensarse, desde un arte libre y complejo, solo
transmite cuestiones de vida profundizadas por autores que presentaron sus
respuestas a tantas preguntas que se van formulando durante el film.
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