El hombre queriendo llegar a su última
estación anticipadamente, buscando a otro hombre que solidariamente sea cómplice
de su decisión, pagar por un trabajo tan simple y tan comprometedor, un trabajo que
intentará dejar una última hendija abierta de la puerta de la vida, que al fin
encuentra en simples palabras de otro hombre que transitó su mismo andén hacia
aquella estación.
Los senderos en las montañas de
Irán van dando paso a paso el intento testimonial de un país con sectores de
desocupados, pero con industrias en movimiento, un país poblado con inmigrantes
limítrofes buscando el lugar menos difícil.
El rostro del protagonista
muestra todo ese vacío existencial, mezclando silencios, ausencias, saturación
verbal en medio de una marcada aridez del suelo que posteriormente será la
clave para poder analizar su final.
Los segundos de pantalla sin imágenes,
negra, vacía, se extienden hasta una pequeña molestia de ansiedad en el
espectador, esperando el final, ese final que va sobrevolando la mente durante
todo el film y que uno va imaginándose, no por estar anticipándose como obvio,
sino por lo incierto y uno va tendiendo hacia una u otra posibilidad.
Ver este film denota la obra de
un director que reflexiona sobre lo que quiere producir en el espectador y
trabaja en ello, mas que concretar afanosamente un objetivo personal y
verdaderamente lo logra no solo al indagar desde su simpleza, sino porque al
finalizar el film, comienza el de cada espectador.
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